Con Jorge Rojas como plato principal, el sábado inauguró la 54ª edición del Festival de Folklore de Cosquín.
Comenzó el Festival de Folklore de Cosquín y en su primera jornada dejó puntas de tela como para empezar a cortar. En la maratónica brega cancionera, que se prolongó hasta el alba el domingo, hubo poco de nuevo; sin embargo, la previsibilidad de lo que podía suceder sobre el escenario Atahualpa Yupanqui redundó en satisfacción para un público dulce y predispuesto, que desde temprano colmó la Próspero Molina y que a fin de cuentas tuvo bastante de lo que había venido a buscar: espectáculo. El fresco de la tarde que con el correr de la noche se convirtió en frío, no fue obstáculo para que la plaza se mantuviera llena hasta bien entrada la madrugada.
En más de ocho horas de espectáculo, cantores hubo alguno de los buenos, claro. Sin embargo, entre lo mejor de la noche, por tono y contenido, es justo incluir a las palabras del párroco de Cosquín, Chobi Álvarez, en el inicio. El curita, con más fundamento y sentido de la comunicación que muchos de los artistas que pasarían más tarde por el escenario, en el momento de bendecir el festival que comenzaba recordó al Cura Brochero, a Ariel Ramírez y su Misa Criolla y al Papa Francisco I, de quien leyó la carta que hace algunos días hizo llegar a Cosquín con motivo del inicio de una nueva edición del festival. Fue un largo sermón, en el que más que advertir o amonestar, arengó con un lenguaje claro y preciso, que más allá de la fe interpretó el evento con un marcado sentido de ciudadanía y responsabilidad republicana.
El Ballet Camin poniendo gracia y plasticidad al Himno a Cosquín y la arenga de Marcelo Simón bajo el estruendoso resplandor de los fuegos artificiales son dos señales clásicas de la apertura festivalera, que llegaron puntuales, tanto como el grito de “Aquí Cosquín”, también en esta edición a cargo de Claudio Juárez. Tras el esquema tradicional de apertura, la actuación de Bruno Arias tuvo un gran impacto y resultó ser un comienzo inmejorable. Con el despliegue colorido de ballets llegados de La quiaca, Tilcara, Balcarce y Buenos Aires, el jujeño de El Carmen justificó su condición de último consagrado del festival, cantando casi lo mismo que cantó el año pasado.
El inicio mostró el yin y el yan del folklore, ese equilibrio que lo hace popular y doméstico: después de la rabia de Arias, Los Visconti trajeron un buen momento de distracción. El segmento más largo de la noche fue para Abelito y su compadre, que lograron un fluido diálogo con el público bien predispuesto. Para muchos es la mística que dan los años, para otros la gracia que produce el anacronismo; lo cierto es que con un repertorio de valses, cuecas y tonadas, Los Visconti atraen y son los últimos exponentes de una manera de cantar que perdura en esas voces plañideras y en las guitarras punteadas con el filo de las púas.
De ahí en más la noche fue el desfile desparejo y variopinto que todo festival suele ser, con un denominador común en unos y otros: la falta de riesgo y novedades. La Callejera propuso energía danzante con clásicos; Sergio Galleguillo arremetió con su continuo chayero, cuyo único cambio respecto al año pasado se registró en el precio de la harina que desparramó sobre la platea en el punto culminante de su actuación.
También Jorge Rojas apeló a lo conocido y esperado por un público que lo aguantó fiel hasta las dos y media de la madrugada. Tuvo como invitados a la cantante colombiana Anabella Arbelaez y a los hermanos Martín y Anita Palavecino, con quienes logró buenos momentos, y una vez más cautivó con esa mezcla de Mario Kempes versión 1978 y Charles Ingalls bien peinado que tan bien sabe llevar. Ovacionado, Rojas terminó su actuación pasadas las cuatro y de ahí en más de las gradas y las butacas de la plaza comenzó la lenta diáspora de los amanecidos, acaso en busca de tierras más justas y acogedoras, en alguna peña, o en la generosidad de un patio, o en la complicidad silenciosa del río.
Las excelentes canciones del correntino Mario Bofill, autor de una sensibilidad particular; la presencia escénica de Silvia Lallana, rodeada de excelente músicos cordobeses; Jorge Márquez, el ganador del Pre Cosquín en el rubro Solista vocal masculino de tango y no mucho más podrían estar entre las cosas destacables de una noche que más allá de gustos y oídos fue de la gente. La gran cantidad de público en la plaza reflejó lo que pasó también en calles y peñas hasta casi el alba: hubo gente en todos lados. Eso sería, para muchos, un buen comienzo.
Por Santiago Giordano
FOTOS Pedro Castillo
FUENTE: http://vos.lavoz.com.ar/